Exaltación de los valores que generan en cada prenda un ejercicio único
 
 

Aún pervive en mi memoria la imagen del viejo taller de mi abuelo, donde crecí jugando entre retales, metros y alfileres. El recuerdo de sus historias, de cómo su padre vino a España desde la bella Napoli, como él la llamaba, con dos maletas cargadas de sueños y un oficio bajo el brazo, inspiraron mi pasión por el mundo de la sastrería.

Con el paso del tiempo, aquello se convirtió en una forma de vida.

“Disfruta de lo que haces –me decía mi abuelo–, no dejes nunca de experimentar, de ser curioso, y más que un trabajo, será una bendición”. Esa es la herencia familiar más preciada que guardo.

Porque hay cosas que no se pueden aprender, que corren por la sangre. Las ganas, el estilo o la resolución innatas, se tienen o no, y eso marca la diferencia. ¿Qué busca un cliente a través de un sastre? Exactamente eso: marcar la diferencia. En Bottura 1985 no se negocia la excelencia: forma parte de nuestra idiosincrasia.

Porque no podemos renunciar a la tradición ni dejar de lado el progreso. Sería ir en contra de nuestra historia de sastres, de tantos años cuidando nuestros trajes, y a nuestros clientes, como si de obras de arte se tratasen.

Acompáñenos en este viaje. Haga historia con Bottura 1985.